Como en Marruecos

Crónica de un viaje Estudiantil

Bruselas, Bélgica.- Hay muchas maneras de viajar. Ese fin de semana me sentí en Marruecos recorriendo el Sahara sobre el alto lomo de un dromedario. Disfruté del colorido del gran mercado de Marrakech, del paisaje de sus dunas, sus monumentos, sus pueblos y todas las atractivas características de este país del norte de Africa.

Fueron sus reseñas que me transportaron y mientras la escuchaba me parecía que era yo quien estaba entre amigos en medio del desierto más extenso del mundo. Sentí que era yo y no ella la que caminaba por la tumultuosa plaza del mercado, la que regateaba, comía couscous, se hacía un tatuaje de henna y se admiraba de las marcadas diferencias culturales que tanto atraen a turistas de todo el mundo.

Nos contó todo con detalles y mucha emoción y me parecía que yo también acababa de hacer el viaje de una semana por atractivos lugares de ese país de mezclas y contrastes. Me sentí bailar como bailó ella al ritmo de los tambores y otros instrumentos típicos de allí y haber sido yo quien se despertó temprano en los alrededores del Sahara, para sentir las particularidades del clima del desierto y disfrutar de su amanecer.

Comenzó a contar cuando la recogimos al aeropuerto a su regreso y durante horas procuró compartir todos los detalles de lo que vivió y conoció en su viaje escolar a ese país del Magred que siempre he soñado conocer.

Fue un viaje inolvidable con sus compañeros del bachillerato y algunos profesores. Un viaje en el que mucho aprendió mientras disfrutó y compartió. Viajar también es una buena manera de enseñar y de aprender. Ojalá y que muchas escuelas puedan implementar alternativas similares para que los estudiantes puedan vivir experiencias prácticas fuera de las aulas.

Cuando nos contó de la gran plaza de Marrakech me imaginé a los encantadores de serpientes y todos los personajes que llenan de colorido los famosos mercados de Marruecos. Sentí el olor del azafrán y otras especias de cocina marroquí, los gritos de los vendedores y el calor del clima dorándome la piel.

Sentí la influencia de todas las culturas que han formado lo que hoy es Marruecos y disfruté cada espectáculo como si lo hubiese visto: El recorrido en mulas para ver la Cordillera del Atlas, el regateo para comprar las bellezas artesanales, el tours por los ritmos musicales de cada región y todo lo que hace de Marruecos un exótico país.

Lo que sentí no era para menos. La cronista era mi hija que para ese entonces tenía16 años. Por algo dicen que todo lo que le sucede a los hijos los padres lo sienten en carne viva.

Mary Leysi Hernandez
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