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Cuando se triunfa en el camino de alcanzar un sueño siendo extranjero en la patria donde se escenifica la impecable carrera deportiva que visualiza un atleta es un privilegio que brinda la vida.
Pero, cuando ese éxito se ve plasmado en tus propias raíces es doblemente disfrutado. Es el caso de Al Horford,súper estelar de la NBA y nativo de República Dominicana; isla caribeña donde se exporta la mayor cantidad de peloteros al mundo.
El joven nativo de Puerto Plata y de quién conozco su testimonio porque soy su progenitora, desde sus nueve años de edad decidió que algún día estaría en uniforme en el mejor baloncesto del mundo. Sin mayores privilegios y llevando una vida normal de un niño nacido en la tierra de Duarte, Sánchez y Mella; sin dejar de mencionar al héroe de la batalla de la Restauración, General Gregorio Luperon emerge una historia conocida por los seguidores del deporte del aro y el balón.
A pesar que su educación inicial fue aquí en Estados Unidos, desde la edad de cinco años nos establecimos en nuestra patria y el camino de un destino anhelado comienza a escribirse. Los viajes a Europa y Brasil, donde su padre hizo carrera también en el baloncesto, al parecer despertaron en Al una pasión por ese deporte que se comenzó a desarrollar en las canchas abiertas del Centro Olímpico Juan Pablo Duarte. La Escuela de Baloncesto Santo Domingo, fue la academia de formación de ese dominicano que tuvo la visión de aprenderse al dedillo todas las reglas del baloncesto y descollar lo que hoy es su vocación y forma parte de su vida.
Los resultados de su trabajo dentro y fuera de las canchas, se vieron plasmados en las caras de 31 jovencitos que viajaron a la ciudad de Filadelfia a encontrarse con su Ídolo de la NBA. Jovencitos hijos de padres dominicanos que desde distintos puntos de República Dominicana se establecieron en USA nunca imaginaron que sus hijos tendrían en su propio compatriota al ejemplo a seguir. Y, es que si fuese un jugador de béisbol es entendible, pero que sea un baloncelista que se destaque en el más grande escenario mundial del baloncesto es una hazaña digna de destacar.
Caras felices, unas de asombro y las particulares preguntas que fueron desde: ¿Cuál es su comida favorita? Hasta ¿Cómo es que hablas el español sin acento? Fue el marco del encuentro.
Orgullo dominicano
Las respuestas a las decenas de preguntas, hechas prácticamente a la misma vez, encontraron reales respuestas en ese exitoso joven, preocupado por la suerte de la juventud en un mundo infectado de anti valores y vanalidades.
Horford, no es un deportista excéntrico ni en los atuendos que usa al vestir y su manera de ser es auténtica. Al, es un ser humano sencillo, de una franqueza impresionante y amante de servir a las comunidades que solicitan sus apariciones. Fue emocionante que en el caso de USA también se sume la latinoamericana.
Esos encuentros con jóvenes y fanáticos en general, se han hecho en la mayoría de las canchas donde acciona con el equipo para quien juega desde el 2007 en la NBA, los Halcones de Atlanta. Sólo, que esta vez tuvo un particular sentir ya que el encuentro con sus compatriotas fue un verdadero regalo de la vida.
Desde diciembre, cuando se hizo la solicitud de la visita por parte del entrenador de la escuela ubicada en Hazelton, Pensilvania, la emoción se hizo latente entre los niños y su ídolo.
A una semana del encuentro, dejo plasmado en esta columna como testimonio a mis lectores esa gran lección de vida. «Sin parafernalia y con un corazón dispuesto a sumar con su ejemplo» los sueños siempre se hacen realidad.
El pequeño detalle radica en ser perseverante, estudiar, obedecer a su padres y maestros. Vivir una vida sin perder el enfoque en lo que se quiere ser en su futuro. Ingredientes que van unidos para lograr los objetivos, centrando en la familia la dirección y el camino al éxito.
Ser dominicano y lograr triunfar tiene un mensaje especial para los que nos educamos en una Isla pequeña, sub desarrollada y donde hoy en día es difícil lograr sueños, porque las oportunidades son exclusivas de un grupo de personas.
Sin embrago como todo en la vida, tiene un precio, mismo que cada ciudadano está en el deber de defender hay que lograrlo así sea fuera del terruño patrio.
A los padres
El mayor mérito no es parir un hijo, esa es solo una parte de las aristas del complejo trabajo que nos espera.
Educar con valores y tener como base el respeto mutuo que no altere la convivencia, es un reto diario que nos toca. «Dejarlos Ser» nos compromete a darle a la sociedad hijos e hijas que habrán de ser el futuro de la patria.
Los talentos que nos toca lidiar con nuestra prole y que se manifiestan a temprana edad, se tienen que desarrollar sobre la base de estar presente siempre junto a ellos. Hay que conocer a sus entrenadores y mentores. Involucrarnos con los amigos, padres y personas que conforman ese ambiente donde ellos forman parte. No basta con que alguien les encamine a sus prácticas y los traigan de regreso, hay que estar ahí, con ellos y si no hay tiempo esa es la tarea que les exhorta quien suscribe: «Fabriquenlo». Los hijos no pidieron nacer por lo tanto es responsabilidad estrictamente de los padres velar por su desarrollo. Si, están los abuelos o tíos disponibles se vale que ellos sean sus chaperones , pero para mejor resultados nada como la presencia de unos padres al lado de sus hijos.
Hasta la próxima entrega, dilectos lectores!