Vacaciones en los Prealpes Franceses

Bruselas, Bélgica.- Los últimos días del año que recien termina nos fuimos alto, nos subimos a más de mil metros sobre el nivel del mar para refugiarnos en la naturaleza y la paz del silencio. Nos instalamos en Los Prealpes franceses, en una zona que por lo difícil de su acceso, fue lugar de refugio de la resistencia a los alemanes en la segunda guerra mundial.

Hicimos casi mil kilómetros desde Bruselas hasta allí. Cruzamos la frontera con Francia un jueves en la tarde e hicimos una escala en París para dormir y hacer menos largo el trayecto de unas 10 horas en carro hasta llegar a la región de Vercors en el Sureste francés, donde rentamos una casa de montaña junto a un grupo de amigos para regalarnos un ambiente relajado y tranquilo luego de una empinada subida.

Mientras subíamos, nos centramos a contemplar con atención la belleza del montañoso paisaje, para no asustarnos al recorrer estrechos caminos llenos de curvas y los increíbles y rocosos túneles abiertos entre las montañas para permitirnos el paso.

Para los europeos el turismo de montaña es muy tradicional, sobre todo para los que les gusta esquiar. Para mi aquello era un lugar ideal para reflexionar sobre lo que queremos dejar atrás con el cambio de páginas en el calendario y lo que queremos fortalecer o cambiar. También para sentirse más cerca de Dios y dar gracias a el y a la vida por todo que logramos y aprendimos en estos recien pasados 365 días.

Es un turismo muy distinto, un turismo ideal para los que aman la quietud y la naturaleza. Nada que ver con los viajes en los que se persigue conocer lugares y monumentos, visitar museos o tener contacto con otras culturas. Durante esa semana en la montaña fue como estar en retiro. Nos era preciso bajar 30 kilómetros hasta la ciudad para poder comprar las provisiones.

La última semana del 2013 aprovechamos al máximo la naturaleza, en ocasiones nos quedamos contemplando desde la ventana el paisaje invernal con su blanca nieve y en otras saliamos para ver los niños jugar, disfrutar de otros paisajes muy distintos a los nuestros y reconocer que cada estación del año tiene sus grandes encantos y cada lugar del mundo donde nos toque vivir o pasar encontraremos grandes maravillas.

Nos tocó despedir el 2013 y recibir el 2014 lejos de nuestra patria y de los nuestros, en un ambiente entre amigos de nacionalidad distinta a la nuestra. En el día hacíamos expontáneas excursiones, caminábamos sobre la nieve con raquetas o nos íbamos a la estación de esquiar más cercana para hacer esquí de fondo. En la noche cocinábamos en equipo, compartíamos y conversábamos bajo el calor de la chimenea o jugábamos juegos de mesa en las que nos integrábamos los padres y los hijos.

Yo hacía un curso intensivo de cultura general y de adaptación a otras culturas. Nos enseña la vida que la felicidad está en todas partes, que no es el lugar ni la gente quien la propicia, que no hay que apegarse, La felicidad está en nuestro interior y solo tenemos que sacarla de adentro.

Nos encontró el 2014 fortalecidos por el aire puro de la montaña y la quietud del silencio de estar en contacto directo con la naturaleza, alejados del ruido y en ánimo de desear a todos lo mejor para este año que ya no es tan nuevo.

Mary Leysi Hernandez
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